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Meditaciones antiestres para cualquier moemento del día

Cuando se vive sin atender a lo que se hace, se pierde energía y se alimenta la tensión. Estas meditaciones breves te ayudarán a despejar tu mente y recuperar la calma.

Te propongo dos tipos de ejercicios. Unos para realizar a cualquier hora del día: tú decides cuándo. Otros, asociados a actividades cotidianas.

Los primeros son para que los uses cada vez que puedas y los vayas integrando en tu día a día, tanto como necesites. Los segundos sirven para que aproveches momentos que te parecen banales y les saques el mayor provecho.

1. DEJA PASAR LOS PENSAMIENTOS

Siéntate dos o tres minutos a mirar qué sucede en tu mente. Seguramente lo que veas te va a disgustar, ya que suele haber muchos pensamientos saltando alocadamente y sin control…

No desesperes. Míralos con cariño. Como a niños traviesos. No te juzgues ni entres a analizar el contenido. Entrénate en mirar sin participar…

Por ejemplo, detectas que piensas en lo que debes decirle a tu jefe, ¡pues respira hondo y no construyas la conversación! Relájate y deja que pase el pensamiento. Enseguida aparecerá otro, por ejemplo, que tienes que comprar cosas para la cena. Haz lo mismo: no te pongas a redactar la lista de la compra. Respira hondo y deja que pase, sin narrar ni añadir nada. Reconócelo y suéltalo.

Esta es una excelente técnica para calmar la mente, aunque requiere práctica. En el zen decimos que es ver los pensamientos como nubes que pasan. ¡Ánimo! Vale la pena el esfuerzo.

2. RESPIRA

Parece poca cosa detenerse a respirar… ¡estás respirando todo el día! Pero por eso precisamente te lo propongo. Lo haces de forma automática y, muchas veces, superficial.

Tómate unos instantes para hacer unas respiraciones profundas, tres o cuatro. Luego, simplemente, siente tu respiración, el aire que entra y sale, sin más, sin querer hacer nada con ella… disfrutando del hecho de estar vivo y de respirar. Goza del vaivén de su movimiento. Sin juzgar si respiras bien o mal, sin querer seguir ninguna técnica. Siente que todo tu cuerpo respira.

Este ejercicio ayuda a controlar el estrés. Cuando te sientas cómodo realizándolo, será tu gran aliado. Lo puedes usar antes de una reunión, cuando tu hija derrame el puré sobre la alfombra, cuando tu cita llegue tarde… Es útil en muchas circunstancias. ¡A ello!

3. ANDA DESPACIO

Ya lo sé. Tienes prisa y muchas cosas por hacer. Pero seguro que nada malo va a pasar si te regalas unos minutos de marcha lenta. Simplemente baja el ritmo de tu marcha. Si andabas a velocidad 10, pasa a 6; si te atreves, a 4. Durante tres minutos degusta tú marcha.

Siente el movimiento, el ritmo, tu propia cadencia. Nota tus pasos en el suelo y el aire en la cara, o el sol, o el frío o lo que sea que en ese momento sientas, pero siente. Andar despacio es reconectarte con la tierra y con el cielo, es volver a estar presente en tu gesto.

Puedes hacer este ejercicio en cualquier ocasión, siempre que te acuerdes. Cuando tengas práctica, podrás usarlo en momentos clave, cuando te dirijas a algo importante.

4. ANTES DE LEVANTARTE

Cuando despiertes, bien sea de forma natural o con el despertador, tómate tres minutos antes de levantarte. Échate boca arriba, sintiendo las sábanas y el cuerpo reposando cómodamente en la cama. Respira profundamente varias veces, exhalando completamente, sin retener nada.

No pienses en lo que tienes que hacer durante el día, no dejes que ningún pensamiento te robe este momento. Simplemente respira. Siente tu cuerpo bien vivo. Agradece a la vida la posibilidad de vivir este nuevo día. Sonríe.

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Andrea Fulkner
Psicológico
Clínico

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